“La época más memorable”: John Adams sobre la Declaración de Independencia

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Sketched illustration of the signing of the Declaration of Independence

En 1776, John Adams – un delegado de Massachusetts en el Segundo Congreso Continental (Second Continental Congress)– organizó un “Comité de Cinco” ("Committee of Five") y fue encargado de redactar la Declaración de Independencia. Los cinco miembros eran John Adams, Benjamín Franklin, Thomas Jefferson, Robert Livingston y Robert Sherman. Adams convenció a Jefferson de redactar el documento debido a sus avanzadas habilidades de escritura y su buena reputación.

El 2 de julio de 1776, el comité presentó el borrador al Congreso. Las revisiones se realizaron el 3 de julio y el 4 de julio se adoptó la Declaración. Durante estos eventos históricos, John Adams le escribió esta carta a su esposa.

John Adams a su esposa, Abigail Adams

Filadelfia 3 de julio 1776

Si una Declaración de Independencia se hubiera hecho siete meses atrás, habría tenido muchos efectos grandes y gloriosos… Antes de esta hora, podríamos haber formado alianzas con estados extranjeros. Deberíamos haber dominado Quebec y estar en posesión de Canadá… Quizás te preguntes como tal declaración habría influido en nuestros asuntos en Canadá, pero si pudiera escribir con libertad, fácilmente podría convencerte de que, si lo habría hecho, y explicarle la manera de cómo. Muchos caballeros en altas posiciones y de gran influencia han sido engañados por la estratagema ministerial de los Comisionados para negociar… Y en la expectativa real y sincera de este evento, que tan fervientemente deseaban, han sido lentos y lánguidos en promover medidas para la reducción de esa provincia. Hay otras en las Colonias que realmente deseaban que nuestra empresa en Canadá fuera derrotada, para que las Colonias pudieran ser puestas en peligro y apuros entre dos fuegos, y así ser inducidas a someterse. Otros realmente deseaban que la Expedición a Canadá fuera derrotada, para que la conquista de esta no elevara demasiado los ánimos de la gente como para escuchar los términos de reconciliación que creían que se nos ofrecerían. Estas visiones, deseos y diseños discordantes ocasionaron una oposición a muchas medidas saludables que se propusieron para el apoyo de esa expedición, y causaron obstrucciones, impedimentos y demoras intencionales que finalmente nos hicieron perder la provincia.

Todas estas causas, sin embargo, en conjunto no nos habrían decepcionado, si no hubiera sido por una desgracia que no pudo preverse, y quizás no pudo haberse evitado: me refiero a la prevalencia de viruela entre nuestras tropas… Esta fatal pestilencia completó nuestra destrucción. Es una muestra de desaprobación de la Providencia que debemos considerar seriamente.

Pero, por otro lado, el retraso de esta Declaración hasta este momento tiene muchas grandes ventajas. Las esperanzas de reconciliación, que multitudes de personas honestas y bien intencionadas, aunque débiles y equivocadas, abrigaban con cariño, se han extinguido gradual y finalmente por completo. Se ha dado tiempo para que todo el pueblo considere maduramente la gran Cuestión de la Independencia y madure sus juicios, disipe sus miedos y atraiga sus esperanzas, discutiéndola en periódicos y folletos, debatiéndola en Asambleas, Convenciones, Comités de Seguridad e Inspección, en reuniones de Ciudad y Condado, así como en conversaciones privadas, de manera que todo el pueblo en cada una de las 13 Colonias la ha adoptado ahora como su propio Acto. Esto consolidará la Unión y evitará esos acaloramientos y quizás convulsiones que podrían haberse ocasionado con una declaración así hace seis meses.

Pero el día ha pasado. El dos de julio de 1776 será la época más memorable en la historia de Estados Unidos.

Me inclino a creer que será celebrado por las generaciones venideras como la gran fiesta de aniversario. Debe conmemorarse como el Día de la Liberación con Actos de Devoción a Dios Todopoderoso. Debe ser solemnizado con pompa y desfile, con espectáculos, juegos, deportes, armas, campanas, hogueras e iluminaciones de un extremo a otro de este Continente, de ahora en adelante y para siempre.

Pensarán que estoy muy entusiasmo, pero no lo estoy. Soy muy consciente del esfuerzo, la sangre y el tesoro que nos costará mantener esta Declaración, y apoyar y defender estos Estados. Sin embargo, a través de toda la oscuridad puedo ver los rayos de una luz y gloria deslumbrantes. Puedo ver que el fin vale más que todos los medios. Y que la posteridad triunfará en la transacción de ese día, aunque nosotros lo lamentemos, lo cual confío en Dios no haremos.